La marica como sujeto político
CAPITULO III.
Paco Vidarte *
Paco Vidarte *
No necesitamos sentar
las bases de un discurso teórico previo muy sofisticado para emprender una
lucha por la liberación sexual. La identidad del sujeto político se va
constituyendo una vez que ha empezado a hacer cosas. Cada paso que da va cristalizando,
cuajando, forjándose su propia identidad con lo que hace y con lo, y los que va
dejando al borde del camino. ¿Acaso alguien cree que los heteros homófobos
siempre han sido así?, ¿ o los curas?, ¿o los fachas? Nada de eso. Primero
empezaron a robar, a joder a todo el mundo hasta hacerse con el poder. Y sólo
mucho después lograron fabricarse una identidad en la que instalarse, en la que
educar a sus hijos, con la que identificarse para poder trasmitirla a lo largo
del tiempo, conquistando otros países, invadiendo culturas, territorios,
continentes, arrasando con todo. Nuestro enemigo no nació así. Llegó a ser lo
que es. Se inventó a sí mismo con el tiempo, carnicería tras carnicería,
victoria tras victoria, saqueo tras saqueo, apartheid tras apartheid. Los
sujetos políticos que ha engendrado, como sus defensores, guardianes, y
portavoces, la homofobia capitalista patriarcal y monoteísta, responden no a
una identidad previa que se monto a caballo y en carabela y salió a hacerse un
imperio (que también): estos hijosdeperra de ahora tienen la consistencia de
una identidad que recoge todo en lo que se han convertido en siglos de historia
y opresión. No nacieron sabiendo quienes eran. Nacieron robando y matando. Y
sólo tras mucho robar, mucho violar, mucho matar, y mucho pisotear supieron
quienes eran y lo que era el sujeto conservador homófobo liberal social
demócrata cristiano.
Se hace camino al andar. Hagamos nuestra historia de
lucha LGBTQ y nos convertiremos en sujetos LGBTQ porque, si no hacemos nada,
nunca llegaremos a ser sujetos de nada. Nunca llegaremos a tener una identidad
ni a saber quiénes somos. No se es primero sujeto y luego se actúa. Al revés,
haz cosas y serás algo, alguien, otros reconocerán como perteneciente a la
comunidad de los que actúan, de aquellos con los que se puede contar, de
aquellos que acuden en auxilio y prestan ayudas, de aquellos que derriban
prejuicios, injusticias, caciques, potentados, privilegiados de todas las
clases.
Las maricas no somos amantes de la verdad, de los
fundamentos racionales, de la solidez de un estirpe. Somos amantes de nuestro
propio bienestar, de la felicidad de ser pocos, de nuestra felicidad, la de
nosotros. Y no necesitamos definir ese nosotros ni partirnos la cabeza. No
sabemos quiénes somos, ni cuantos, ni siquiera en qué consiste nuestra
felicidad, ni sabemos a dónde queremos llegar, a dónde vamos. Afortunadamente
la búsqueda de la felicidad es mucho más intuitiva y menos enrevesada.
Barruntamos que no estamos yendo hacia ningún lugar definido, determinado,
existente, dado de antemano, deseable, progresista, télos de desarrollo
necesario de la humanidad y sus derechos y culmen insigne de la democracia.
Sabemos que todo esto es mentira y que nuestro porvenir nos lo tenernos que
hacer de golpe de tacón y bisturí. Nos hemos desengañado hace tiempo y ya no
nos creemos que la sociedad avanza hacia cotas cada vez mayores de libertad y
bienestar para todo el mundo. Conocemos por propia experiencia que los derechos
humanos son un instrumento político de opresión y un muro de contención frente
a reivindicaciones de base mucho más radicales. Hemos aprendido que cuando nos
va bien es porque le conviene a alguien que no somos nosotras y saca un rédito
político del tenernos más o menos contentas.
Que nadie nos exija un conglomerado ideológico para
ponernos a funcionar y a hacer saltar las tapas de las alcantarillas. No
tenernos tiempo para pararnos en tonterías. Somos singulares, idiosincrásicas,
cada cual diferente y a su aire. Sin identidad, sin proyecto, sin programa,
improvisando a cada paso, construyéndonos, pero somos sujetos políticos, con
fuerza, sujetos de aquella manera, sujetos vagos y maleantes, capaces de acción
común, de putear y molestar, de chupar sangre y todo lo chupable. No somos
racionales. No amamos tampoco la Libertad con mayúsculas porque no creemos en
ella. La razón abstracta impide la libertad real. La Libertad abstracta siempre
termina aplastando a las maricas en nombre de la razón. Nuestro dilema es raro
tal vez, pero es lo único que tenemos: o ser racionales (y sistemáticos y
demócratas) o ser libres. Las maricas que creen en la razón, el dialogo, el
consenso racional, los derechos, no son libres, solo creen en la razón y eso no
libera (más que a unas pocas). Ser libre en el seno de las democracias
occidentales exige ser poco racional, o tener tan solo lo justo de razón para
renunciar a ella cuando se trata de salvar el culo y poner en jaque la
racionalidad de las instituciones. Estamos zumbadas. Tenemos estudios. Sabemos
polemizar como jesuitas. Pero todo eso nos perjudica en el fondo. Nos
entretiene, nos retiene, nos inhibe de una lucha más inmediata. De una lucha
irracional. De una lucha impensable, imprevisible. ¿Por dónde van a salirnos
ahora estas putas maritrans? Que ni se lo huelan. Lo bueno de no tener
identidad es que tampoco hay que ser consecuente. Hoy te tiro huevos, mañana
ocupo un local, pasado coy a tu reunión, al otro te la reviento, me manifiesto
contigo a mi manera, colaboro contigo, después dimito. A manear el edificio
hasta que le salgan grietas.
* Vidarte Teórico y activista. Doctor en Filosofía (premio extraordinario de licenciatura), tenía un master en Teoría Psicoanalítica por la Universidad Complutense y era profesor titular de la Facultad de Filosofía de la UNED. Ética Marica Editorial Egales (Colección G / 2007)
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