La lucha por los derechos de las minorías sexuales también se ha librado en el lenguaje cotidiano. Desde que el término “gay” ha reemplazado al de “homosexual”, hasta el aglutinante colectivo “LGBT” o “GLTTTBI” y afines, una suerte de política lingüística se ha apoyado en sustantivos y adjetivos para tomar cuerpo en una identidad con la que no todos los aludidos parecen identificarse.
Hace unos días, Gay.com publicó un interesante artículo que interpelaba la representatividad de las siglas de nuestra comunidad. El autor, que lamentablemente no se identificó, expresaba que la identidad que mejor lo representaba era “hombre gay”, es decir, ni siquiera “gay” como sustantivo, sino como un adjetivo que acompaña o complementa lo que él considera el aspecto más importante de su vida: “hombre”. Imagínense cuánto menos se sentía representado por las siglas “LGBT” o “GLBT”, porque también podría cuestionarse el orden de las letras, ¿verdad? (no recuerdo haber leído nunca la “T” en primer lugar, por ejemplo).
Sin embargo, no puede negarse que la sigla colectiva es eficiente en la reunión de diferentes grupos, cuya forma de relacionamiento y/o conformación de sus identidades no ha sido contemplada históricamente por las instituciones que norman y regulan la convivencia cívica. No pocos derechos se han obtenido en nombre del colectivo LGBT, que han beneficiado a todas las personas representadas por cada una de sus letras.
Pero lo que el autor del artículo de Gay.com ponía sobre la mesa no es menos cierto. “No soy igual que una lesbiana, no soy igual que alguien trans”, decía en algún momento. Definitivamente, cada una de las minorías sexuales tenemos nuestras propias y maravillosas características que no compartimos con el resto. En este sentido, la pretensión de identificación o, peor aún, de empatía puede resultar forzada y perjudicial.
Parecería, entonces, que la efectividad política del nominal “LGBT” tiende a debilitarse si pretende, además, representar las identidades de los individuos a los que alude. Tal vez “LGBT” sea funcional mientras sea necesario, es decir, mientras haya derechos “comunes” por ganar. Tal vez en la intimidad, cada una de las personas políticamente aludidas en la sigla colectiva, prefiramos identificarnos como hombres gays, mujeres lesbianas, hombres y mujeres bi, hombres y mujeres trans… O simplemente hombres y mujeres.
Esta es sólo mi opinión. ¿Cuál es la tuya? Dejanos un comentario.
Por Leandro Fogliatti – (SentidoG.com)
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